Hace unos días, viendo un informativo de Antena 3, me quedé sorprendido ante una noticia sobre unas parejas de entre 18 y 22 años que llevaban unos 3 años de relación de pareja y no habían practicado sexo. No por ganas o necesidad, sinó porque se reservaban para el día de la noche de bodas. Upps, ¿no suena ésto un poco antiguo?.
Antes de que alguien me tire la caballería por mi posible visión unilateral y laica de la situación, diré en mi desquite que cada uno haga lo que quiera, que estamos en un país libre (aún) y sobretodo decir que el sexo no lo es todo en la vida. Considero que si estos jóvenes, que son minoría, prefieren ser castos que lo hagan por convicción moral y no por obligación familiar o religiosa. Controlar nuestras actos fisiológicos es realmente complicado porque en más de una ocasión son actos reflejos.
Me explicaré. El hombre diariamente crea una cantidad de esperma de manera natural que en un breve plazo de tiempo ha de expulsar para evitar problemas de salud. La mujer, en su período de ovulación, sufre una hipersensibilidad refleja que puede provocarle irritabilidad o depresión. Estos elementos no son controlables, insisto. La naturaleza, sabia desde sus inicios, predispone al ser humano, como animal racional que es, a la copulación para evitar la extinción.
Si por determinados motivos no se puede cohabitar existen soluciones alternativas como la masturbación para aliviar tensiones mentales y físicas.
Todo esto viene a cuento del concepto de castidad. Quien es casto de verdad, como lo son las monjas o los sacerdotes por obligación, no deberían masturbarse porque su pensamiento debería ser lo suficientemente fuerte para evitar la tentación, pero... Aquellos que han tomado la decisión como una alternativa les deseo que en la noche de bodas no se encuentren con un chasco: micropenes, vaginitis, eyaculación precoz, fimosis, etc. ¿No sería mejor saber antes como va a ir todo en la intimidad para no ser infeliz de por vida?.
Queridos castos. El día que sea empíricamente probado que existe un cielo y un infierno, con su iconostasis incluída, ese día juro que volveré a la más pura castidad. Mientras tanto, la naturaleza nos ha dado nuestros órganos sexuales para uso y disfrute, onanista o compartido, pero indipensable para tener una mente sana y equilibrada.