sábado, 19 de marzo de 2011

LA AMENAZA NUCLEAR

Quisiera decir unas palabras sobre la amenaza nuclear que sobrevuela estos días a raíz del tremendo terremoto que ha asolado a Japón.

Llevamos días de gran incertidumbre sobre la propagación radiactiva que puede suponer el recalentamiento y posible ruptura del reactor nuclear de la central japonesa de Fukushima y sus nefandas consecuencias para aquel país y para el mundo.

Las consecuencias estructurales innegables tras un terremoto son tangibles y factibles en cualquier país del mundo. Si en Japón, acostumbrados a estos fenómenos naturales, estaban preparados para un cataclismo de semejantes características, ¿qué pasaría si ocurriera esto mismo en Vandellós, por citar un ejemplo?. Muchos de vosotros diréis que el peligro de un terremoto aquí es inferior ¿pero los japoneses han podido predecir esa magnitud 9 excepcional estando al día tecnológicamente por encontrarse sobre una falla?. ¿Sabéis que en San Francisco, mítica ciudad norteamericana ubicada en la falla de San Antonio, tiene una central nuclear allí mismo?...

Esta situación ha planteado dos problemáticas: un discurso relacionado con la seguridad de las centrales nucleares y por otro lado la necesidad de las mismas. La seguridad está en entredicho, ya que más de 60% de las mismas són de los años 70 y tienen más de 40 años de vida y la necesidad es puramente una comodidad. Recursos como el carbón (que ha dejado de explotarse), la fuerza hidráulica canalizada o la energía eólica por no hablar de la térmica, son alternativas limpias y naturales, por no hablar de un estudio en profundidad, aún mayor si cabe, de la energía solar. Formatos sostenibles más lentos y más caros pero que no comportan un peligro para la humanidad.

Pero ese común de los mortales, cada vez más acomodados en el sentido peyorativo del término, no quiere complicarse la vida y ubicando una pequeña partícula de uranio en un espacio "seguro" y con un coste razonable, comporta todo el servicio eléctrico de la mitad de un país. A estas compañías solo les importa facturar y más a las compañías eléctricas que han perdido el "oremus" con sus tasas exorbitadas.

No importa que los trabajadores empleados en esas centrales puedan estar sometidos a índices de radioactividad, al fin y al cabo, son un número más entre sus muchos empleados. Tampoco les cuesta nada sacar sus elegantes talonarios para untar aquellas personas cercanas a la central que enferman de cáncer o han tenido que abortar un monstruo por culpa de las invisibles partículas que se han introducido en su cuerpo.

Por favor, acabemos ya contra todo aquello que es nocivo y dejémonos llenar el bolsillo del empresario insensible. Si los coches eléctricos funcionan bien, eliminemos la contaminación producida por la combustión de la gasolina en los motores. Si los alimentos no necesitan colorantes ni conservantes cancerígenos, no los pongamos para que tengan mejor color o sabor. Si podemos elegir una energía alternativa a la nuclear, que les den morcilla a las empresas privadas que quieren vivir a costa de la muerte de los demás o del peligro contra la humanidad. ¿Qué coste hemos de pagar para darnos cuenta que cualquier día, ricos y pobres, podemos morir simplemente por respirar?.

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